Por Silvia Ruiz M.
En los últimos días hemos sido testigos de un condenable ataque
terrorista, cuya autoría fue reconocida por la organización yihadista del
Estado Islámico, dirigido en contra del pueblo francés. Este atentado múltiple
dejó como saldo la muerte de 136 personas y 415 heridos. Los franceses pasaron
momentos de terror y dolor por sus víctimas.
El mundo lamenta esta tragedia, el pueblo francés ha recibido una
respuesta solidaria. Por ejemplo, hemos visto en las redes sociales que
personas de todo el mundo han colocado en su perfil un filtro con la bandera
francesa como señal de duelo y solidaridad.
Por otro lado, y en otro escenario, el pueblo sirio viene
soportando desde hace tiempo una sangrienta guerra civil que tiene a su gente
entre el fuego cruzado de diferentes bandos; por un lado el gobierno, de otro
el ejército de liberación, y detrás, las potencias apoyando a uno u otro bando.
A todo esto podemos agregar las ofensivas del grupo armado kurdo -que opera en
el norte de Siria- y del Estado Islámico -organización terrorista y
fundamentalista próxima a Al Qaeda-, autoproclamado como califato y asentado en
un amplio territorio ubicado entre Irak y Siria. Este es el sangriento
escenario que ha motivado a millones de civiles sirios a migrar a otros
lugares.
En Siria se ha desatado el horror, como si fuerzas infernales se
apoderaran del espíritu de los combatientes, y lo más lamentable es que atacan
a la población civil, masacran niños, ancianos, mujeres. Cometen violaciones y
destrozan todo a su paso. En Siria la vida humana no tiene valor, solo existe
el odio desatado por personas que no saben ni por qué matan. Estamos hablando
de cientos de miles de muertos sirios asesinados, a quienes no se les respetó
como nuestros iguales, como nuestros hermanos, como seres humanos, como parte
de la humanidad que somos todos.
Y en medio de esta terrible tragedia, como respuesta a los
atentados del viernes de horror, los franceses ejecutaron un bombardeo a la
ciudad de Al Raqa, considerada la “capital” del Estado Islámico, ocasionando
mucho daño y la muerte de 33 yihadistas como también de población civil.
Queridos amigos: la declaratoria de guerra por parte de las
potencias al Estado Islámico no es una respuesta correcta, pues eso va a
generar que se incrementen la violencia y los ataques terroristas alrededor del
mundo.
Nosotros debemos llorar a las víctimas caídas en Francia, y de
igual manera, solidarizarnos y rezar por los miles de muertos sirios. Pero
también debemos rechazar tajantemente la violencia en y contra cualquier país
del mundo.
Felizmente, aún hay milagros. Un joven musulmán en París, ante la
“islamofobia” actual, hizo un llamado desgarrador colocándose un cartel en la
espalda señalando que “ser
musulmán no significa ser terrorista”, y pide un abrazo que los
franceses corresponden con cariño: lo abrazan y muchos lloran junto a él.
Amigos, eso es lo que necesitamos: perdón, tolerancia. La venganza
y la persecución no son los caminos correctos; necesitamos fomentar la paz, la
gente común y corriente -que somos la mayoría en el mundo- queremos paz,
queremos tranquilidad en nuestras vidas.
Mientras las potencias sigan metidas en Siria defendiendo sus propios
intereses y financiando y adiestrando grupos armados, va a ser imposible que
sus pueblos no sufran represalias por parte de los grupos yihadistas o de
cualquier otra organización terrorista que aparezca buscando venganza.
Así mismo, mientras el gobierno sirio no haga esfuerzos por
iniciar un diálogo con todos los grupos armados en la zona, la guerra va a
continuar, y al final no va a quedar país para gobernar porque están
destrozando Siria. Y cuando reaccionen va a ser demasiado tarde. Este conflicto
deben resolverlo ellos mismos, es un conflicto de musulmanes. Por humanidad
deben dejar de pelear por poder, riqueza e ideología religiosa, deben dejar de
exterminar a sus propios hermanos y ver hacia dónde quieren llegar como nación.
Hago un llamado urgente, en el nombre de todos los civiles que
están sufriendo y en el de la humanidad, para exigir que las potencias
intervengan no para hacer la guerra ni debilitar gobiernos, sino para fomentar
un diálogo verdadero. Si este conflicto sigue expandiéndose y desencadena una
guerra mundial, vamos a perder todos. Hambre, miseria, muerte, enfermedades y
destrucción: esta fórmula nunca funcionó para bien.
En la antigüedad, los reyes lideraban las batallas, hoy en día los
políticos organizan los conflictos de acuerdo a sus intereses, pero ellos, y
mucho menos sus hijos, no combaten en las guerras aunque sí mandan a la muerte
a millones de personas. En el siglo XXI la humanidad no debe permitir esos
abusos, no podemos ser indiferentes, debemos exigir que pare la violencia, ya
es hora de no dejarnos manipular por nadie.
De igual manera, tengamos presente que a lo largo de la historia
las guerras han tenido motivaciones ocultas y generalmente egoístas o
perversas. “Que no siga siendo la paz un pretexto para hacer la guerra”, pues
esa es una mentira que han introducido en nuestras mentes aquellos que se
benefician y obtienen ganancias de las mismas.
Quiero finalizar este artículo invocando a los líderes religiosos
del mundo, sea cual sea su fe, a unir esfuerzos para juntar a todos los actores
de esta dramática historia en un diálogo que encuentre la solución de este
conflicto. La gente común en el mundo queremos vivir en paz, queremos trabajar
por nuestras familias y por un mundo seguro para nuestros hijos. Mi solidaridad
con los franceses y con los sirios; al mismo tiempo invoco a todos a poner
atención a la crisis en Siria, por humanidad y porque hoy son ellos, pero
mañana podemos ser nosotros.
Revista Freyja
Autor: Silvia Ruiz M.
Noviembre 2015