Autor: Ricardo Palma
Libro: “Tradiciones Peruanas
Érase
una vez, en La “Tres veces coronada ciudad de los reyes del Perú”,
existía un escribano llamado “Don Dimas de la Tijereta”; hombre añoso, que en el pueblo
tenía fama de deshonesto y de poca fe.
Cuenta la historia que Tijereta se enamoró perdidamente de una joven veinteañera llamada “Visitación”,
ella vivía con su tía. Don Dimas llegaba todas las noches a la casa de la
fémina para enamorarla, ofreciéndole obsequios costosos, sin tener éxito, ya que, ella
no tenía interés por el escribano;
insistió tanto, y en medio de su
desesperación exclamó:
¡Venga un diablo
cualquiera y llévese mi almilla, a cambio del amor de esa caprichosa criatura!
Satanás, que desde
los antros más profundos del infierno había escuchado las palabras del humano, invoco al diablo Lilit ante su presencia y le ordenó dirigirse al
Cerro de las Ramas -lugar donde habitaba Dimas- para extender un contrato, ya
que, consideraba que el escribano
albergaba tanto desprecio por su alma que la llama almilla. Satanás ordenó concederle cuanto pida, sin regateosl.
Lilit se entrevistó
con Dimas y firmaron el contrato: «Conste que yo, don Dimas de la Tijereta,
cedo mi almilla al rey de los abismos en cambio del amor y posesión de una
mujer. Ítem, me obligo a satisfacer la deuda de la fecha en tres años». Y aquí
seguían las firmas de las altas partes contratantes y el sello del demonio.
A la firma del
contrato, inmediatamente llegó “Visitación” ebria de amor arrojándose a los
brazos de Tijereta.
Transcurrieron tres
años y llegó el día en que Tijereta tuviese que hacer honor a su firma. Arrastrado por una fuerza superior,
fue transportado al cerro de las Ramas, el diablo quiso ser pagado en el mismo
sitio y hora en que se extendió el contrato.
Al encararse
con Lilit, el escribano empezó a desnudarse con mucha flema, pero el diablo le
dijo:
-No
se tome el trabajo de desvestirse porque no va a aumentar peso a la carga la tela del traje Yo tengo
fuerzas para llevarme a usted vestido y calzado.
Pero dimas argumento:
Pues sin desnudarme no caigo en el cómo posible pagar mi deuda.
Lilit
respondió -Haga usted lo que le plazca, ya que todavía le queda un
minuto de libertad.
El escribano siguió
en la operación hasta sacarse la almilla o jubón interior, y pasándola a Lilit
le dijo:
Deuda pagada y
venga mi documento.
Lilit
se echó a reír con todas las ganas de que es capaz un diablo alegre y truhán.
Y
¿qué quiere usted que haga con esta prenda?
¡Toma!
Esa prenda se llama almilla, y
eso es lo que yo he vendido y a lo que estoy obligado. Carta canta. Repase usted,
señor diablo, el contrato, y si tiene conciencia se dará por bien
pagado. -Yo no entiendo de escándalos don Dimas. Véngase conmigo y guarde
sus palabras en el pecho para cuando esté delante de mi amo.
Y
en esto expiró el minuto, y Lilit se echó al hombro a Tijereta, llevándolo al
infierno. Por el camino gritaba a voz en cuello que había arbitrariedad en el procedimiento
de Lilit, que todo era nulo y
contra ley, y amenazaba al diablo con que si encontraba gente de justicia en el
otro barrio, le entablaría pleito al demonio.
Una vez en el
infierno y ante esta situación Satanás tuvo que acudir al diccionario de la
lengua, para buscar la palabra en cuestión; incluso consultó con jueces
que ahí habitaban que fallaron -a la brevedad- a favor de Tijereta; su majestad infernal que no quiso
hacerse problemas, ordenó su liberación. Lilit fue encargada de guiarlo hasta dejarlo sano y salvo en la puerta de su
casa. De regreso y destruido el diabólico hechizo, se encontró don Dimas con
que Visitación lo había abandonado introduciéndose en un convento.
Finalmente, Satanás,
por no perderlo todo, se quedó con la almilla; y es fama desde entonces que los
escribanos no usan almilla y también se prohibió su ingreso al infierno.
Resumen extraído del
libro: “Tradiciones Peruanas”
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