Cronistas hispanos narran la historia del
Niño Manuelito cuya imagen florece en el Cusco cada año en Navidad. Se dice que
en tiempos de la colonia, allá por el siglo XVII, los sacerdotes católicos
españoles leían expresiones del profeta Isaías alabando a Emmanuel, nombre que
para los nativos cusqueños sonaba extraño. Cuando preguntaban qué significaba Emmanuel, los curas les explicaban que se trataba del
mismo Jesús quería decir: “Dios con
nosotros”. Era tan usual el nombre que pronto hispanos y
nativos terminaron llamando al Mesías con el nombre de Manuel.
EL Nacimiento
del Niño Manuelito
El
escultor peruano Antonio Olave
Palomino-es uno de los artesanos más conocidos del Cusco en el siglo XX- él es
el creador del primer Niño Manuelito, también conocido como “el Niño de la
Espina”.En
1975, representantes de la comunidad de Vilcabamba llamaron a la puerta de
Olave Palomino. Le pidieron restaurar la imagen de madera de un Niño Jesús que
había sido rescatada de las profundidades de un abismo. Luego de viajar tres
días en bus y caballo, llegó al pueblo de Vilcabamba, donde se quedó una semana
para trabajar tanto en la imagen como en el altar de la iglesia local. Durante
su estadía, el artista escuchó la conmovedora historia de Q’alito,
un pastorcito a quien le gustaba jugar con otros niños. Un día, un pequeño empezó
a llorar porque se había clavado una espina en el pie. Cuando vio al niño
llorando, Q’alito decidió clavarse una espina en su propio pie para consolar a
su amigo. Le dijo: “¡No llores! ¡Yo también tengo una espina!”. Olave Palomino
quedó tan impresionado con el cuento que se convirtió en su inspiración para
crear a Manuelito, la imagen de un Niño Jesús con una espina en el pie en
recuerdo de Q’alito.
Esta imagen pasó a formar parte de la cultura de
Cusco y hoy adorna la gran mayoría de Nacimientos en el Perú, tanto en las
iglesias como en las casas. El Niño Manuelito se caracteriza por tener la
tez blanca o cobriza y por sus mejillas rosadas, ojos vidriosos, dientes
hechos con el cálamo de una pluma de cóndor, cabello ondulado, un paladar de
espejo y, en algunos casos, finas lágrimas de cristal. Los artesanos emplean madera
y arcilla para trabajar con técnicas que han trascendido generaciones. Imaginan
a Manuelito en distintos humores: cansado, pensativo, alegre, con una expresión
astuta y sugerente, gateando, o con los brazos abiertos.
Hola, son hermosos. ¿los venden?, ¿dónde?
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