jueves, 16 de abril de 2015

MATRIMONIO ¿CONTRATO O PACTO?





Autor: Silvia Ruiz M.
Una noche fui invitada por unos  queridos amigos a una conferencia en  su iglesia; realmente  quedé fascinada  con todo lo que vi y escuché en ese lugar.
Como preámbulo,  una pareja de esposos, de avanzada edad,  entonaron la canción de amor más dulce que jamás haya escuchado;  daban  gracias a  Dios por la felicidad de sus 42 años de casados.
El auditorio estaba repleto de fieles ansiosos de escuchar  la palabra de Dios,  seguidamente,  ingresó  al escenario  un pastor simpático y alegre,  requería de intérprete;  desde sus primeras palabras,  encandiló a la audiencia; con ingenio introdujo el tema  que nos invitaba a reflexionar sobre  la realidad del  matrimonio religioso: ¿contrato o pacto?

El contrato es un acuerdo entre dos o más  partes. Puede ser oral o escrito. Al suscribirlo, los contrayentes, asumen derechos y obligaciones. Por otro lado- hay que resaltar que posee una base lega-  y si una de las dos partes incumple el acuerdo, la otra tiene derecho a entablar una  demanda;  y  puede ser revocado.
Mientras que el pacto,  es  un acuerdo, alianza, trato o compromiso cuyos involucrados aceptan respetar aquello que estipulan. El pacto establece un compromiso y fija la fidelidad hacia los términos acordados o hacia una declaración; es incondicional e irrevocable, por lo tanto, obliga al cumplimiento de ciertas pautas. En este caso las dos partes están obligadas a cumplir- no está sujeto a revisión legal- y constituye ante todo, una promesa.
 Cuando  de matrimonio religioso hablamos,  según la biblia, estamos  ante un pacto,  una  promesa y un compromiso que  los esposos  suscriben  ante Dios, recibiendo su bendición para vivir de acuerdo a la ley  establecida: “ ámense en la riqueza, en la pobreza, hasta que Dios y la muerte los separe”
Hoy en día, la institución del matrimonio está deteriorada, las  parejas se casan por matrimonio religioso-desconociendo el verdadero significado de la promesa  ante Dios- la ilusión de la ceremonia, el vestido blanco, la fiesta inolvidable  y la luna de miel son una motivación importante;  pero es tan solo una quimera.
El matrimonio realmente es un pacto, sin embargo, éste ha perdido el valor como tal y se ha cambiado por el contrato.
La convivencia conyugal, en algunos casos se torna en un verdadero infierno-no puedo negar  que hay mucho sufrimiento-  seres humanos engañados, maltratados emocional y físicamente; infidelidades, vicios, traición. A  veces,  es tan atormentada  la relación entre los esposos que en su infelicidad,  terminan arrastrando a sus propios hijos.
Después de escuchar las hermosas palabras del pastor, estoy convencida de que el matrimonio debe ser considerado- con todo respeto- como un pacto, sin embargo, pienso que las personas antes de suscribirlo  debemos  darnos tiempo para conocer bien a nuestra otra mitad, y ello conlleva,  a saber  quién es, cómo es su familia, sus  costumbres,  su comportamiento en los planos íntimo y social. Por otro lado, saber si sus metas y objetivos coinciden con los propios; su visión sobre el mundo, sus  valores. En pocas palabras, conocer sus virtudes,  defectos y después de toda la evaluación, estar dispuestos  a aceptar  y amar a la otra persona  tal como es.
Tanto hombres como mujeres, deben  explorar dentro de su ser y conocer si realmente tienen amor dentro de sí, es decir, si entienden el verdadero significado del amor. Para explicarlo, me remito al Nuevo Testamento  a las  “Primeras Cartas escritas por el Apóstol  Juan a los Corintios”:
“Si no tengo amor no soy nada
El amor es paciente, es servicial,
El amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece.
El amor no procede con  bajeza, no busca su propio interés,
No se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de las injusticias;
Sino que se regocija con la verdad.
El  amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera,
Todo lo soporta.
El amor no pasara jamás”.
He tenido la fortuna de conocer matrimonios  armoniosos y de muchos  años y observo  que son personas  cuya unión esta cimentada  en el respeto, la valoración, la tolerancia, la comprensión, y en especial  el perdón -este último el más difícil de practicar- porque el perdón  sincero  sólo lo logran aquellos que tienen un corazón noble.
Para finalizar,  “el que hace bien las cosas bien le va” los que deseen casarse,  deben asumir un compromiso serio y al elegir, ¡hay que pensar más con la  cabeza y menos con el corazón!, para que así se cumpla el mandato “Hasta que la muerte los separe”.

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