Por Stefan
Austermühle
“Progreso no es posible sin cambio, y los que
no pueden cambiar su mente, no pueden cambiar nada.¨ - George Bernard Shaw -
Ser
capaz de comunicarse exitosamente se ha vuelto una competencia clave para
cualquier profesional en un puesto gerencial, seamos científicos, consultores,
vendedores o administradores, porque cada vez más trabajamos en equipo,
participamos en videoconferencias y/o tenemos que hacer presentaciones. En un
mundo cada vez más interactivo, un gerente incapaz de construir acuerdos y
fomentar la cooperación no tendrá mucha vida útil en su puesto. Por esto es que
hay cada vez más cursos de oratoria y de técnicas de negociación.
Lamentablemente este tipo de capacitaciones muchas veces se restringe a
enseñarnos fórmulas y estructuras retóricas sin tocar el problema de fondo que
hay en la comunicación entre las personas: que el 90 % de nuestra
comunicación es violenta.
En
general, no reconocemos nuestra violencia porque somos ignorantes con respecto
a ella. Creemos que no somos violentos porque nuestra idea de la violencia es
la de pelear, matar, pegar, que ocurre en las guerras o en actos que la gente
no suele hacer en su vida regular. Sin embargo, nuestros patrones de expresión
son dominados por una actitud que pone énfasis en emitir juicios, en miedo,
obligación, castigo y recompensa, así como culpa y vergüenza.
Esta
forma de comunicarnos no solo la encontramos en nuestra vida profesional. Está
presente en la manera que todos nosotros hemos sido educados, en cómo hablamos
con nuestros amigos y familiares, y en cómo educamos a nuestros propios hijos.
En resumen: toda nuestra comunicación está contaminada con la violencia.
Puede
ser que esto le parezca un tanto exagerado, y admito que se requiere un gran
nivel de honestidad y apertura para auto-analizar el lenguaje que uno mismo
aplica.
Si
queremos aprender cómo comunicarnos de forma no-violenta, entonces el primer
paso consiste en aceptar que absolutamente todo lo que hacemos sirve para
cumplir con nuestras necesidades.
Si
después de aceptar este hecho, aplicamos la misma regla a las demás personas,
entonces solo nos queda concluir que no tenemos enemigos reales. Sino más bien
lo que nos dicen las otras personas es nada más que servir a sus necesidades de
la mejor forma que conocen. No estoy diciendo que todo lo que nos dicen es
correcto, adecuado, justo o está bien. Estoy diciendo que están expresando sus
necesidades de la mejor forma que ellas conocen. Si esta manera no es buena, es
porque ellas han sido víctimas de una educación y de un ambiente lleno de
comunicación violenta durante toda su vida, por lo cual no saben comunicarse de
manera diferente. Y lo mismo es verdad para nosotros mismos.
Todos
hablamos como hablamos porque no lo sabemos hacer mejor.
La
manera frecuente de comunicarnos nos aleja de la compasión y nos entrampa en un
mundo en el cual todos tratan de tener la razón y mostrar que otros no la
tienen: un mundo de juicios. Nuestra atención está completamente enfocada en
clasificar, analizar y determinar los diferentes niveles de error de otros, en
vez de comprender lo que otros quieren y lo que nosotros queremos. Cuando estás
ocupado juzgando a otros, no tienes tiempo de amarlos, ni tampoco de poder
comprenderlos.
Quejas,
insultos, críticas negativas, comparaciones y diagnósticos, todas son formas de
emitir juicios. Cuando juzgamos a otros, incrementamos su tendencia a ser
defensivos y a resistir a lo que decimos.
Cómo
se sentiría si alguien le dice:
“Si
no me ayudas, no te presto mi carro.” (demanda con castigo)
“Sería
una vergüenza, si no vienes.” (demanda con culpa)
“¿Por
qué no puedes ser como tu hermano?” (comparación con culpa)
“Eres
un estúpido.” (insulto)
¿Cuántas
veces decimos frases similares durante el día?
¿Y
cuántas veces buscamos excusas por haber dicho o hecho algo?
“Te
dije esto porque tuve que hacerlo.” (Razón: “algo” me forzó a hacerlo).
“Pegué
a mi hijo, porque se comportó mal.” (Razón: acción del otro).
“Te
mentí porque mi jefe me obligó.” (Razón: orden de una autoridad).
“Fumo
porque todos mis amigos fuman.” (Razón: presión social).
“Tengo
que suspenderte porque así lo ordena la política del colegio.” (Razón:
políticas, reglas).
“Hago
esto porque soy tu padre.” (Razón: roles de género, roles sociales o de edad).
La
verdad es, sin embargo, que todos somos responsables por nuestras acciones y
palabras, y que las razones verdaderas de nuestras acciones y palabras son
nuestros sentimientos y necesidades.
La
sociedad nos enseñó a no considerar importantes los sentimientos. En vez de
esto, lo que cuenta es la “manera correcta de pensar”. Esta manera
supuestamente correcta la determinan quienes tienen autoridad sobre nosotros
(nuestros padres, profesores, jefes, los políticos...). No sabemos estar en
contacto con nosotros mismos. Solo nos preocupamos en tratar de pensar y actuar
de tal forma que agrademos a los demás.
La
comunicación no-violenta es una nueva manera de hablar paz (sin agredir) en un
mundo de conflictos. Es una metodología poderosa de comunicar de una manera que
encaja con las necesidades de ambas partes. Hace posible un nuevo nivel de
comprensión y compasión, así como una mejor manera de funcionar juntos. Nos
enseña cómo escuchar con empatía y cómo comunicar nuestros sentimientos y
necesidades auténticas.
¿Usted
piensa que hacer negocios y ser gerente no tienen nada que ver con los
sentimientos y necesidades personales? La ciencia nos demuestra lo contrario.
De hecho: probablemente no existe ninguna conversación personal o profesional
en el mundo que no trata o que no es dominada por sentimientos y necesidades.
¿Usted no lo cree?
Entonces
le invitamos a participar en un seminario de RISE sobre comunicación
no-violenta: su mundo cambiará para siempre.
La
comunicación no-violenta cambia la manera en que nos expresamos y en cómo
escuchamos a otros. En vez de reaccionar automáticamente, nuestras palabras se
vuelven respuestas conscientes firmemente basadas en lo que percibimos, en lo
que sentimos y en lo que queremos realmente. Aprendemos a expresarnos con
honestidad y claridad, mientras estamos, a la vez, atentos a la otra persona de
una manera respetuosa y empática.
La comunicación no-violenta
fomenta las buenas relaciones con los amigos y familiares, así como en el
trabajo. La comunicación no-violenta nos muestra un camino para poder ver la
belleza en otra persona en cualquier momento, no importa lo que diga o haga.
Esto no requiere que estemos de acuerdo con la otra persona, tampoco requiere
que tengamos que aprobar lo que dice o hace. Significa más bien aprender a
darle a esta persona el regalo de estar completamente presente para entender lo
que le pasa a esta persona, recibirlo y retornarlo de una forma constructiva.
A través de la
comunicación no-violenta pretendemos cambiar el comportamiento de otras
personas, pero no lo queremos lograr a través del castigo, sino más bien
haciéndoles ver que hay otras opciones mejores para cumplir con sus
necesidades.
Cuando la gente siente a
través de la comunicación no-violenta que tenemos una actitud verdaderamente
empática y que entendemos las necesidades reales que tiene, que no la juzgamos
y tampoco le echamos la culpa, estará más abierta para aceptar nuevas opciones.
Así, la comunicación
no-violenta nos ayuda a liberarnos de la violencia lingüística y a crear un
mejor mundo para nosotros y para los demás.
Stefan Austermühle
Coach certificado por la
ICC
Gerente General RISE