Autor: Silvia Ruiz M.
Una noche fui invitada por unos queridos amigos a una conferencia en su iglesia; realmente quedé fascinada con todo lo que vi y escuché en ese lugar.
Como preámbulo, una pareja de esposos, de avanzada edad, entonaron la canción de amor más dulce que jamás haya escuchado; daban gracias a Dios por la felicidad de sus 42 años de casados.
El auditorio estaba repleto de fieles ansiosos de escuchar la palabra de Dios, seguidamente, ingresó al escenario un pastor simpático y alegre, requería de intérprete; desde sus primeras palabras, encandiló a la audiencia; con ingenio introdujo el tema que nos invitaba a reflexionar sobre la realidad del matrimonio religioso: ¿contrato o pacto?
El contrato es un acuerdo entre dos o más partes. Puede ser oral o escrito. Al suscribirlo, los contrayentes, asumen derechos y obligaciones. Por otro lado- hay que resaltar que posee una base lega- y si una de las dos partes incumple el acuerdo, la otra tiene derecho a entablar una demanda; y puede ser revocado.
El contrato es un acuerdo entre dos o más partes. Puede ser oral o escrito. Al suscribirlo, los contrayentes, asumen derechos y obligaciones. Por otro lado- hay que resaltar que posee una base lega- y si una de las dos partes incumple el acuerdo, la otra tiene derecho a entablar una demanda; y puede ser revocado.
Mientras que el pacto, es un acuerdo, alianza, trato o compromiso cuyos involucrados aceptan respetar aquello que estipulan. El pacto establece un compromiso y fija la fidelidad hacia los términos acordados o hacia una declaración; es incondicional e irrevocable, por lo tanto, obliga al cumplimiento de ciertas pautas. En este caso las dos partes están obligadas a cumplir- no está sujeto a revisión legal- y constituye ante todo, una promesa.
Cuando de matrimonio religioso hablamos, según la biblia, estamos ante un pacto, una promesa y un compromiso que los esposos suscriben ante Dios, recibiendo su bendición para vivir de acuerdo a la ley establecida: “ ámense en la riqueza, en la pobreza, hasta que Dios y la muerte los separe”
Hoy en día, la institución del matrimonio está deteriorada, las parejas se casan por matrimonio religioso-desconociendo el verdadero significado de la promesa ante Dios- la ilusión de la ceremonia, el vestido blanco, la fiesta inolvidable y la luna de miel son una motivación importante; pero es tan solo una quimera.
El matrimonio realmente es un pacto, sin embargo, éste ha perdido el valor como tal y se ha cambiado por el contrato.
La convivencia conyugal, en algunos casos se torna en un verdadero infierno-no puedo negar que hay mucho sufrimiento- seres humanos engañados, maltratados emocional y físicamente; infidelidades, vicios, traición. A veces, es tan atormentada la relación entre los esposos que en su infelicidad, terminan arrastrando a sus propios hijos.
Después de escuchar las hermosas palabras del pastor, estoy convencida de que el matrimonio debe ser considerado- con todo respeto- como un pacto, sin embargo, pienso que las personas antes de suscribirlo debemos darnos tiempo para conocer bien a nuestra otra mitad, y ello conlleva, a saber quién es, cómo es su familia, sus costumbres, su comportamiento en los planos íntimo y social. Por otro lado, saber si sus metas y objetivos coinciden con los propios; su visión sobre el mundo, sus valores. En pocas palabras, conocer sus virtudes, defectos y después de toda la evaluación, estar dispuestos a aceptar y amar a la otra persona tal como es.
Tanto hombres como mujeres, deben explorar dentro de su ser y conocer si realmente tienen amor dentro de sí, es decir, si entienden el verdadero significado del amor. Para explicarlo, me remito al Nuevo Testamento a las “Primeras Cartas escritas por el Apóstol Juan a los Corintios”:
“Si no tengo amor no soy nada
El amor es paciente, es servicial,
El amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece.
El amor no procede con bajeza, no busca su propio interés,
No se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de las injusticias;
Sino que se regocija con la verdad.
El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera,
Todo lo soporta.
El amor no pasara jamás”.
He tenido la fortuna de conocer matrimonios armoniosos y de muchos años y observo que son personas cuya unión esta cimentada en el respeto, la valoración, la tolerancia, la comprensión, y en especial el perdón -este último el más difícil de practicar- porque el perdón sincero sólo lo logran aquellos que tienen un corazón noble.
Para finalizar, “el que hace bien las cosas bien le va” los que deseen casarse, deben asumir un compromiso serio y al elegir, ¡hay que pensar más con la cabeza y menos con el corazón!, para que así se cumpla el mandato “Hasta que la muerte los separe”.
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